Lágrimas de campeones
Lo dieron todo. Vaciaron su alma. Pelearon hasta el final. Lucharon. Compitieron. Batallaron. Los goles de Sergio Moreno, Martín y Gómez no evitaron al final el llanto…las lágrimas de unos campeones
Poco más se puede pedir a quien lo da todo. Quien lo da todo por un equipo, por un escudo, por una afición. Sería irrespetuoso afirmar que darlo todo es sinónimo de ganar. No siempre fue así y nunca lo será. El fútbol es una ruleta rusa, en noventa minutos puede pasar de todo, es más, en cuestión de segundos puedes pasar de la euforia a la decepción, o de la frustración a la vehemencia. Se puede ganar, empatar o perder de mil maneras, pero más allá del resultado también puedes perder, empatar o ganar de millones de formas. Los juveniles honraron la franja. Empataron sobre el terreno de juego, pero al final nadie pudo evitar las lágrimas de unos campeones.
Pongámonos en situación. El partido va 2-3 ganando el Real Madrid, gracias a los goles de Gelabert, Martín Calderón e Ismael. Con ese resultado el conjunto de Guti adelantaría a los de Dongil en la clasificación, quedando terceros. Tanto Atlético de Madrid, como Real Madrid y Rayo Vallecano llegarían a la última jornada con opciones de ganar la Liga, teniendo clara ventaja el Atleti, único conjunto que dependería de sí mismo. En Vallecas, el Colegiado Fernando Bueno Prieto decidió añadir seis minutos como prolongación de la segunda mitad. El Real Madrid estaba con uno menos, debido a la lesión de Ismael una vez agotados todos los cambios. La franja estaba volcada, jugando más con el corazón que con la cabeza. El tiempo corría en contra. No se detenía, los segundos continuaban pasando. La grada gritó: ¡Vamos Gómez! Se hizo el silencio. Él solo se encargó de fabricar un zurdazo para dejar el esférico en el fondo de la jaula. La celebración no dio para mucho, no había tiempo. Martín se encargó de recoger el balón y colocarlo en centro del campo. El empate no servía, no valía ni para unos ni para otros. Al final nadie pudo evitar las lágrimas de unos campeones.
Aún quedaban minutos para llegar al 96. El Rayo estaba volcado. El Rayo lo intentó. Una llegada, otra llegada…otra más y final del partido. Sonó el pitido más silencioso, más amargo y más desagradable de toda la temporada. Los jugadores del Rayo se tiraron al suelo, reventados, la fatiga pesaba, la decepción de darlo todo y rozar la gloria. Los jugadores no pudieron contener las lágrimas…las lágrimas de unos campeones.
El vacío se apodero de todo. La afición se rindió a los pies de unos juveniles que ensalzaron una camiseta, que respetaron unos valores, que engrandecieron la historia de un club histórico. Los chicos de Dongil demostraron la valentía en todo momento, yendo a por el partido, yendo a por la victoria. Los chicos de Dongil demostraron el coraje de vestir la camiseta del Rayo Vallecano. Los chicos de Dongil demostraron la nobleza y la honra, pero al final nada pudo evitar las lágrimas de unos campeones.
Killer no podía contener la emoción. Sus lágrimas eran las del Rayismo. Solano saltó al césped para abrazar a su compañero, para arroparle, para consolarle. Gómez, que minutos antes había marcado el gol del empate, no aguantó las lágrimas...las lágrimas de unos campeones.
Carlos Gallardo –ayudante sanitario- también saltó para animar a sus chicos. Mario, en cuclillas, se llevó la mano a la barbilla, con la mirada perdida mientras Martín intentaba levantarle el ánimo. Cid se reencontró con el abrazo de Javi Rubio y Alberto supo ejercer de capitán, conteniendo unas lágrimas que podrían aflorar en el momento más duro de la temporada. Las lágrimas de unos campeones.
Al final, abrazo de todos. Jugadores, cuerpo técnico, no convocados, lesionados y afición. Los juveniles se sacrificaron, sienten la franja y el amor por unos colores. Todos saltaron al grito de ¡ADRV! Los chicos de Ángel Dongil no dependen de ellos mismos, pero llegan a la última jornada con opciones de ganar la Liga. Ni el sacrificio, ni el esfuerzo ni la entrega fueron capaces de detener las lágrimas de unos campeones.