COLABORACIÓN ESPECIAL DE VÍCTOR GALLO

El levantamiento del Getafe

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"La casualidad nos da casi siempre lo que nunca se nos hubiera ocurrido pedir."

Alphonse de Lamartine

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La vida es un cúmulo de casualidades. A veces uno puede ser feliz por casualidad. El destino es una casualidad. El del Getafe además es cíclico. Con el círculo que quedó abierto en El Villamarín y que necesitaba cerrarse. En ocasiones eso no vuelve a ocurrir nunca. Eso me retumbaba en la cabeza. “No volveré a verle en Primera”. No contaba con el Getafe, el que todo lo hace grande.

Casualidad es que después de ascender en Tenerife se juegue el ascenso contra el Tenerife.13 meses después de descender para poder jugar su décimo tercera temporada en Primera. Que el héroe en las islas se llame Pachón. Que el del Coli cambie apenas tres letras y se apellide Pacheco. Él marcó el primer gol del Getafe en Segunda, él hizo el último, el que vale un ascenso.

Que volviera Cata cuyo carácter lo ha impregnado todo, que esté Mora, que estuvo en Motril, que al principio no podía estar y acabó instalado en las primeras páginas de nuestra leyenda. Que 4 jugadores clave sean del equipo que nos descendió. Molinero, Portillo, Pacheco y Jorge Molina. Que sé yo. Este Getafe fue hace tiempo una especie de Purgatorio. La gloria se alcanza dando tres pasos hacia atrás. Pacheco es un ejemplo, dos ascensos antes del día en que se convirtió en santo. Sin oportunidad de consagrarse en Primera. Aquí lo hará.

Portillo, un mago tan pequeño que se nos coló en el corazón como se filtra entre las defensas. Molina, un Peter Pan disfrazado de hombre que vino a enseñarnos el camino de Nunca Jamás. O Cala, que se fue, se tuvo que quedar y enraizó en nuestras almas su espíritu. Su imagen encima del banquillo es el cuadro de este ascenso. Como El levantamiento de Honore Daumier. Esa imagen en la retina, la rabia, el sufrimiento y la gloria.

O la de Jorge Molina tumbado sobre el confeti del verde del Coliseum. El único momento que se ha permitido pensar en descansar. O las arengas de Ander. El precioso niño de Alberto que inició los festejos levantando al fondo sur. Alberto García. Nombre común, tipo especial. Él forma parte del espíritu de Tenerife. Cuando jugó y cuando no. Siempre empujando. Su aura que lo contagia todo. El arte de Chuli, la locura de Álvaro, la raza de Damián, el sacrificio de Molinero, las últimas paradas de Guaita, el partido de Gorosito, los coletazos de Lacen, el corazón de Faurlín, la unión de todos, el empuje de los que jugaron menos y el Coliseum. El viejo Coliseum al que sólo le faltaba un ascenso a Primera para convertirse en nuestro amor platónico. Tenerife fue un milagro, esta vez fue una redención. Del infierno al cielo. Nuestro estadio inundado de casacas azules. De ojos vidriosos, de gente normal soñando despierta. Nunca te vi así Getafe. Quizá no te vuelva a ver.

Y Pepe Bordalás. Un especialista en dar forma a los sueños. En dar sentido a todo. Trabajar, competir, ganar. Al que, casualidad, el Getafe le privó del ascenso a Segunda hace muchos años y ahora nos ha llevado a Primera. Aquí debutará, será también su purgatorio, por enseñarnos que el camino del infierno hasta el cielo es un trayecto más corto que el que creíamos.

Y Ángel Torres. Que abrió su alma a su gente y vio luz. Que entendió que los que estuvieron en Sevilla, él incluido, merecían otro final. Otro cuento de hadas, otra historia para contar a sus hijos. Para vivirla con ellos. Y para gritar con orgullo. Oh,  Getafe Club de Fútbol...