Pablo Pérez deja los tres puntos en Santo Domingo

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Llegó. Llegó una nueva victoria del Alcorcón en casa y la segunda de Julio Velázquez mandando desde el banquillo. Había ganas, había ilusión, había fe de ganar este partido. Era necesario amarrar los tres puntos, no dejarlos marchar. Era necesario ver puerta, materializar las ocasiones de gol y echar el candado bajo los palos de Dmitrovic. El guión de la película era claro. Había que ganar sí o sí.

El color amarillo inundaba los alrededores del municipal ante la importante cita frente al Reus. La afición era consciente de que una derrota era sinónimo de farolillo rojo y que una victoria daba alas para empezar a mirar hacia arriba. Víctor Areces Franco hizo sonar el silbato, el esférico echó a rodar...la suerte estaba echada. Ocasiones de David Rodríguez, de Óscar Plano, de Martín Luque...también lo intentaba Rafa Páez, que ganas de marcar tenía el Alcorcón. Desde el minuto uno el equipo de Julio Velázquez insistía, buscaba y perseguía el tanto que no acaba de llegar.

Muy superior salió de inicio el Alcorcón frente a un Reus que poco a poco iba tomando el control del partido. Los minutos corrían y el tanto no acababa de llegar.  Era necesario marcar. Máyor avisaba para el Reus pero Dmitrovic muy firme atrás atrapaba todo lo que se encontraba. Llegó el minuto treinta y siete y los corazones se aceleraron, las pulsaciones aumentaron y el miedo corrió de lateral a lateral por las gradas de Santo Domingo. El Reus había marcado pero Areces Franco no concedió el tanto y todos respiraron. Las tablas continuaban en el luminoso. Llegó el descanso y ninguno abría la lata. El Alcorcón no quería un empate ya que necesitaba una victoria para sacar la cabeza de la parte baja de la clasificación. De nuevo había por delante otros cuarenta y cinco minutos para pelear y batir a Edgar Badia. Máyor salió avisando para el Reus Deportiu pero David Rodríguez iba a contestar con otra clara ocasión. La sombra del empate volvía a sobrevolar por el verde del Santo Domingo.

En el minuto setenta se produjo la conexión perfecta. Bellvís tomó el esférico, se lo pasó a  Pablo Pérez para batir a Edgar Badia. El Alcorcón había marcado. Pablo Pérez había roto las tablas. La euforia se desató en la grada, en el banquillo y sobre el terreno de juego. Lo más difícil de esta temporada se había hecho. Julio Velázquez desde el banquillo pedía tranquilidad a sus jugadores. El resultado había que mantenerlo, los tres puntos ya no se podían escapar.

Dmitrovic revisó la portería, el candado seguía cerrado. Pablo Pérez no se conformaba, quería más y tuvo el segundo en sus botas en un disparo a bocajarro que detuvo el meta del Reus. Ángel Martínez también se aproximaba con peligrosidad por el área alfarera, pero ese esférico nunca más iba a atravesar la línea de gol. El marcador ya no se iba a mover. El (1-0) se convirtió en el marcador definitivo. El Alcorcón merecía la victoria y hasta el último minuto  sufrió para mantener la ventaja en el marcador. La felicidad de afición, cuerpo técnico y plantilla era un clamor. Triunfo merecido de una Agrupación que tenía hambre de gol y que al fin pudo celebrar un nuevo triunfo entre las paredes del municipal.

Próxima parada Cádiz, nueva oportunidad para conseguir la primera victoria lejos de Santo Domingo. Las aguas vuelven a calmarse, al menos durante una semana más.