El duende de los Sergios
Los dos son muy buenos. Pero buenos de verdad. Los dos atesoran mucho talento. Los dos trabajan a destajo. Los dos poseen ascendencia sobre sus compañeros. Los dos son ídolos de sus hinchadas. Y además los dos cuentan con ese socio que no se compra: el duende.
Sergio. Ramos y Llull. Ambos son capitanes del Madrid. El futbolero el primer capitán y el canastero lo será dentro de treinta años, cuando se retire el Monarca del basket español, Felipe Reyes. Llull y Ramos son muy parecidos... y muy diferentes.
Su puesta en escena fuera de la acción es completamente distinta. El sevillano tira palante, habla con energía, lanza dardos, se ríe, se mosquea, defiende sus ideas sin reverencias al micrófono. La fiereza que perdió al cortarse el cabello la ganó cubriendo cada rincón de su cuerpo con multitud de tatuajes, la mayoría con toneladas de amor familiar.
El de Mahón se muestra más calmado, en ocasiones inversamente proporcional a su locura cuando se enfunda los tirantes. Puede colar una mandarina desde su cancha a las siete y cinco y hablar bajito ante el reportero a las siete y siete. Más que timidez es elección. Como si quisiera dejar claro que el Llull de verdad sólo lo podemos disfrutar con un balón entre las manos y una cesta en la diana.
Pero cuando el director da la orden de filmar son iguales. Valientes, temerarios, duros, con una personalidad arrolladora, capaces de jugar en muletas si es necesario. Ramos tiene alma de cantaor y Llull de estrella de rock, pero ambos persiguen la misma meta, la gloria, con una voracidad insaciable. Su enorme talento ha sido modelado por dedicación y ganas de ser los mejores. Su liderazgo grupal queda demostrado cada vez que colocan su pecho delante de las peligrosas balas. Es una gilipollez, o tal vez no, pero merece la pena dejar claro que sus jefes de prensa saben que cuando el Madrid palma, ellos quieren dar la cara ante sus aficionados. Una capitanía que exhiben con gestos privados hacia aquellos empleados menos conocidos, pero igual de importantes, en la dinámica de un equipo de élite.
Casualidad o no, los dos se llaman Sergio. Y ambos fueron fichados por el Madrid cuando no tenían ni barba. Y siempre son protagonistas de la última. Y la suelen meter. Y comparten mesa en la comida de Navidad del club. Y representan a la perfección el esfuerzo y compromiso de un jugador de la máxima élite. Y lo más importante, comparten una cualidad que no se encuentra en las tiendas, ni en subastas, ni en Amazon, ni en el gigantesco chino de mi barrio. Se llama duende. Eso se tiene o no se tiene. Y a estos tipos les sobra duende.