El arma de un locutor
Sábado 23 de febrero. Me levanté muy ilusionado porque volvía a narrar un partido de fútbol por la radio. Habían transcurrido varios meses desde el último y posiblemente vaya a transcurrir mucho tiempo hasta el siguiente. Cualquier día en la radio es estimulante, pero ese sábado me desperté con un gusanillo especial. Me esperaba el Getafe - Rayo en el Coliseum, ¡qué pasada!
Notaba un poco irritada la garganta, pero lo atribuí al típico catarro de ese nocivo invierno primaveral en Madrid. El partido salió moderadamente bien, yo al menos me lo pasé pipa y disfruté cada segundo de narración. Cuatro días después me esperaba el Real Madrid - Barcelona de Copa en el Bernabéu. Me notaba raro de voz y de garganta, pero como mi función en esa transmisión era la de inalámbrico, decidí hacer el partido. Los que trabajamos en esto a veces tenemos que tomar decisiones, con el tiempo uno aprende a conocerse y valorar cuándo puede y cuándo está al límite.
Pero no salió bien. La disfonía (no es lo mismo que afonía) me limitó mucho. ¡Maldito catarro y malditos sobres químicos que me ha recetado el matasanos! Dos días después esperaba el Clásico de baloncesto en la Copa de Europa. Ese fue el día que hizo saltar mis alarmas, ya que la voz se fue apagando hasta convertir en un calvario la transmisión, tanto para mí como para los oyentes que tuvieron que soportar esa voz quebrada durante más tiempo del deseado. Forcé demasiado para poder terminar el partido y no dejar tirados a mis compañeros. Fue un error.
Médicos. Pruebas. Otorrinos. Diagnósticos confusos. Laringitis. Cuidado, que no se cronifique. Cuerdas vocales inflamadas. No te calles pero no fuerces. Ya, pero es que yo soy periodista deportivo y trabajo en la radio. ¿Deportes en la radio? Dios mío, el anticristo. Antiinflamatorios. Lavados nasales. Pinchazo de corticoides en el culo. Mañana esto te hace efecto y estás como nuevo. Ni mañana, ni pasado, ni al siguiente. Vamos a ratos si acaso. Seguimos haciendo programas a diario y consolando la frustración con mucho trabajo de gestiones. Hay que sentirse útil.
Y van pasando los días. Y los partidos de basket, que es la función que me han asignado en los últimos tiempos, no se detienen en la estación y dejan en tierra a este humilde locutor. Y me muerdo los puños porque yo quiero currar y hacer lo que más me gusta. Con equilibrio, eso sí, hay que ser duro mentalmente en los momentos complicados. Mi gente está preocupada pero no me quiere agobiar. Siempre ayudan, siempre están. Más médicos, más pruebas, más otorrinos. Vahos de eucalipto. ¿Cómo te encuentras para hacer partidos? No lo veo, tengo miedo a volverme a quebrar, las sensaciones no son buenas.
Ya estamos a punto de quemar en el calendario el mes de marzo. Me siento mejor… pero. Esto es como apoyar el pie tras unas cuantas semanas con muletas. Vamos a por un partido en Madrid al Tanto. Solo conexiones. Dosificando más que un cuarentón saliendo de copas. Hecho. Vamos a por otro narrando a ratos. Joder, estoy más inquieto que el día de mi primer partido Cercedilla - Coslada en agosto de 1999. Hecho. Vamos a por la prueba de fuego, narrar entero el Gran Canaria - Real Madrid sin comentarista y del tirón. Es un 20% de ese Blas habitualmente malo, pero siempre enchufadísimo. Pelín fatigada la voz en el último cuarto, pero me dicen que es normal. No me quiero hacer ilusiones. La sonrisa busca un hueco en mi rostro.
Y aquí estamos. Buscando la normalidad. Haciendo mucho trabajo invisible y minimizando el respeto reverencial que le he cogido a las narraciones. Recuperando sensaciones. Con muchas ganas e ilusión. No soy mucho de compartir circunstancias personales, pero a veces sale así. Gracias a esos compañeros que me lo han puesto muy fácil en la radio. Y gracias a PoblaFM y al Restaurante Cinco Sentidos por dejarme, como excepción, darle hoy otro toque a la Fiesta de Blas. En algún momento llegué a pensar en un traspaso definitivo a la prensa escrita, pero aquí seguimos, preparados para seguir pegando muchas voces.