Facundo, el travieso
No veo el deporte solo como ganar o perder. Como aficionado le doy importancia precisamente al cómo, a la forma, al envoltorio. Me gusta ver un partido de baloncesto y divertirme. Me gusta ver un partido de baloncesto y atender a un actor que se divierte. Por eso me enamora Facu. Facundo, el travieso.
De Campazzo se han dicho muchas cosas desde que aterrizó en el Madrid. En realidad ya desde algunas semanas antes, cuando Onda Madrid confirmó un fichaje cocinado por Alberto Herreros. No discuto que las dudas sobre el jugador argentino eran razonables, incógnitas directamente relacionadas con el desconocimiento hacia un deportista que hasta ese momento no había salido de Argentina. En su primera temporada Facundo fue campeón de Europa, pero con un rol prácticamente residual. En los dos siguientes cursos se erigió en el líder anotador y también intangible del UCAM Murcia. Allí vimos al Campazzo de verdad. Suelto, atrevido, jugón, espectacular. Clutch player cuando la bola quema hasta el dolor. Ya con el pasaporte comunitario en la mano llegó su momento de enrolarse definitivamente en un equipo grande. Facundo ha madurado. Está en el punto de cocción justo. Legítimamente preparado para ser un jugador muy importante en el Real Madrid.
Facundo es un pedazo de jugador de baloncesto. Y además es el jugador que a todos los que en un lejano día enganchamos tres triples seguidos nos hubiera gustado ser. Yo voy al pabellón a ver a tipos como Campazzo. Yo pago 127 pavos al mes para encender la tele y encontrarme con este pequeño muchacho argentino. Facundo, siempre infravalorado y en ocasiones incluso inexplicablemente ninguneado, es rebueno.
Tiene puntos porque enchufa de colores. Con su ejecución valiente y rápida en el perímetro y también con su admirable capacidad de proteger su déficit de centímetros en penetraciones que casi siempre finalizan bien. Tiene rebotes porque es listo como él solo. Tiene asistencias... tiene muchas asistencias. Y ojo, regalos de calidad, como cuando divide directo a la cueva y en el último guiño encuentra a un solitario compañero en la baldosa del 6.75. Tiene robos. Es un carterista nato, un ladronzuelo incansable, un manos rápidas de manual. Y también posee lo más importante para un base: sabe dirigir sobre la cancha a un equipo de baloncesto.
Este tío es una bendición para el aficionado. Mejora la ya de por sí fascinante oferta de ocio que supone una función de basket. Me gusta Facu porque siempre me sedujeron los pequeños traviesos, los inconformistas, los que negocian con trabajo, imaginación y recursos sus escasos 178 centímetros. Verlo jugar provoca vértigo, el mismo que siente él cuando le suben a lo alto de un campanario para enchufar otra cesta imposible. Facundo, el travieso. Indispensable en este Real Madrid de Pablo Laso 7.0. Terminará unánimemente ovacionado en el Palacio de los Deportes.