Justos e injustos

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La ACB planea la vuelta del baloncesto. Con la que hay liada ahí fuera parece acercarse más a una película de ficción que a un futuro real. Pero todos entendemos que debe haber previsión por aquello del "Y si". Lo que resulta evidente es que esta y cualquier otra propuesta que se hubiera hecho, sería tan justa como injusta. 

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Porque la génesis arrastra todo lo demás. Y ese origen es que existe el imperativo ineludible de modificar el formato. Se cambian las reglas previstas antes de iniciar la temporada. Por una causa de fuerza mayor, claro. Todos entendemos que en las condiciones actuales es quimérico finalizar este curso jugándose las once jornadas pendientes y afrontando las habituales eliminatorias por el título. A partir de ahí la organización está en la obligación de diseñar una hoja de ruta por si las condiciones sanitarias permiten la vuelta del deporte profesional. Ninguna decisión hubiera sido plenamente justa. Ninguna decisión hubiera sido plenamente injusta. La decisión tomada no es justa ni injusta. Pero mi opinión es que es, posiblemente, la menos dañina.

Para que comprobéis que mi visión se puede desmontar en unas pocas líneas, me voy a censurar yo mismo. Votaciones aparte, Manresa y Obradoiro pueden pensar que es injusto que ellos no estén en la fase final, con las mismas victorias que la Penya y un tercio de la competición por jugarse. Valladolid y GBC tienen derecho a sentirse decepcionados por su legítima aspiración de ascender tras haber ganado 18/24 partidos en LEB Oro. Tenerife puede estar mosqueado por tener que afrontar el reto de clasificarse para Europa en las mismas condiciones de partida que los verdinegros, que han ganado cinco partidos menos durante dos tercios de la fase regular. ¿Injusto? Claro. Estas y algunas otras situaciones.

Pero lo que plantea ACB es un torneo nuevo. Asistir a 33 combates en apenas dos semanas, con escaso margen de error durante la liguilla y duelos sin red en las semifinales y gran final. Buscar a un campeón y a los equipos clasificados para los escasos puestos europeos que concede el basket moderno. Es una solución bastante cabal si no olvidamos que estamos inmersos en una situación que jamás pensamos que íbamos a padecer. Entiendo hasta lógico evitar los descensos porque sería delirante bajar a dos equipos sin haber finalizado la Liga, porque sería injusto inmiscuir en ese barullo a equipos como el Betis, que han ganado tres choques más que los equipos madrileños y porque hacer un playout junto a los equipos LEB suena sugerente, pero probablemente haya más diferencia de nivel de la que pensamos. ¿Sería justo buscar una vía para acoger dos equipos más en la ACB? Sí ¿Sería justo que por eso descendieran cuatro clubes el año que viene? No. Por eso defiendo que es infinitamente más fácil afirmar rápidamente que todo es una mierda a analizar el escenario con detenimiento.

Dejo para el final el caso del Estudiantes. Para mí es evidente que en esta situación no merecía bajar, igual que el Fuenlabrada. Es evidente también que los cánones, el coronavirus y el destino han salvado al club colegial tres veces en los últimos años. Pero también es evidente que la animadversión y la fijación de algunas personas con este tema provocan que no se analice el caso con mesura y argumentos. La Asamblea no ha votado la decisión de forma unánime porque Movistar sea el patrocinador del Estudiantes, sino porque al final una Liga sin el drama de los descensos es un soporte para un núcleo muy numeroso de equipos. Y ojo, respetando todas las opiniones, para mí los descensos interruptus del Estu son una pésima noticia para el propio Estu. Ha merecido perder la categoría. Y ese hecho no consumado ha relajado la autocrítica y el reseteo, necesarios ambos para dejar de huir hacia adelante y partir con un proyecto de identificación verdadera desde el kilómetro cero. Pero esto no otorga carta blanca a pensar que el coronavirus salió de un animal vivo cocinado en las entrañas del Ramiro de Maeztu.

Lo dicho (o escrito). Esta propuesta es justa e injusta. Sea como fuere, algunos tenemos la convicción de que no vamos a ver baloncesto en bastante más tiempo del que nos gustaría. 

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