La afición del Madrid en la Copa de Basket
El pasado sábado caminaba por la calle Eduardo Dato de Vitoria rumbo al Saburdi, uno de esos templos vitorianos de los pinchos y de la vida. Las calles estaban repletas de aficionados baskonistas, que coloreaban la previa de la semifinal vespertina de una atmósfera bestial. En la terraza del Saburdi disfrutaban de unos zuritos un grupo de hinchas del Madrid. La idea me venía martilleando desde unas horas atrás, cuando leí un fantástico artículo de mi compañero Fernando Ruiz que me hizo pensar si el periodismo estaba siendo justo al repetir como un mantra aquello de "La fiesta de las aficiones". Así que me acerqué y les pregunté: "¿Habéis tenido algún problema?" "Nosotros ninguno, pero es verdad que conocemos a gente que, sobre todo por la noche, ha tenido que esconder la bufanda".
Tras muchos años acudiendo a fases finales de las Copas del Rey, tengo claro que, en general, el ambiente es muy bueno. Pero también que desde hace algún tiempo el aficionado del Madrid no es tratado igual que los otros siete, algo que posiblemente se agudiza más en lugares como Vitoria, donde el Madrid es visto como el gran enemigo. A mí me parece cojonudo que 15.000 personas coreen al unísono "Era campo atrás", como también me parece estupendo que lo canten jugadores y fans merengues minutos después de levantar el título. Eso es cachondeo, diversión, retranca, no hace daño a nadie. Eso es baloncesto, deporte y juerga, nada más. La vida necesita más alegría y menos tristeza.
Pero últimamente percibo algunos tics, no sé si futboleros o simplemente intolerantes, que le hacen muchísimo daño a un deporte como el baloncesto. Es patético que cuando la Kiss Cam (la cámara que busca parejas en la grada durante los tiempos muertos) apunta a dos aficionados con emblemas del Madrid sean abucheados en el pabellón. Muy feo. Y es aún más penoso que durante algunos partidos o celebraciones posteriores, muchachos de 13 y 14 años sean increpados o silbados en la MiniCopa simplemente por lucir los colores de un equipo. Eso no se puede consentir y filtra algo más que falta total de cultura deportiva. No exagero si hablo de odio, quizá el sentimiento más nocivo que puede mostrar el ser humano.
Es anecdótico que a Corbacho se le olvidara citar el viernes a la afición del Madrid porque el jueves le pasó con los pío-pío. Pidió disculpas por ambos descuidos y listo. Nos pasaría a cualquiera en su lugar, estoy convencido. Es grave pero minoritario que un grupo de delincuentes agredieran a fans madridistas en el aparcamiento del Buesa Arena tras la semifinal. No es real esa bestia cazamerengues que algunos han intentado alimentar a través de las redes sociales, que quede claro. Pero ojo, sí es obligado denunciar que muchos aficionados madridistas que viajan a la Copa no se encuentran cómodos. Ni en el pabellón ni en las calles. Y no lo están porque no son tratados como el resto. Y cuando hablo del resto me refiero incluso a aquellas aficiones que se desplazan para disfrutar del fin de semana aunque su equipo no se haya clasificado para la cita.
Es minoritario. Minoritario porque hay multitud de gestos y momentos durante una Copa que te hacen pensar que los intolerantes hacen más ruido. Como periodista y aficionado al deporte, a mí me emociona entrar en un garito y ver bromeando a unos tipos del Barça con unos del Madrid. Cada uno con su bufanda y su copazo. Hoy se ríe el que lloró ayer, y viceversa. Maravilloso. Eso lo ves todos los días en una Copa del Rey. Pero insisto: lo he meditado mucho, he preguntado mucho y el aficionado del Madrid tiene motivos para de vez en cuando sentirse discriminado simplemente por exteriorizar sus colores. Y fijaos que estoy convencido de que el gesto de Llull hacia el sector merengue tras anotar los cinco puntos consecutivos en la final tiene mucho que ver con el fondo de este artículo.
Todos debemos pensar. Todos, también la ACB y los organizadores. Ayudar. Denunciar a los intolerantes. Contar las cosas. Intentar ser justos. Y si se puede, apartar a los que le hacen daño a este maravilloso deporte. Por mi trabajo conozco a muchísimos seguidores del Real Madrid de baloncesto y todos ellos exhiben un comportamiento ejemplar. Gente entendida, que le mola el basket y que ha estado ahí cuando su equipo comía mucha mierda. Merecen el mismo trato que los demás. Por favor, hagamos de la Copa del Rey una fiesta ejemplar.
Posdata: El pasado domingo me saludó en la barra del Saburdi un aficionado del Madrid. Estuvo muy cariñoso conmigo y me quedé con la sensación de que yo fui un poco frío, no por nada, sino de esas veces que te quedas cortado y reaccionas así. Tengo la espinita clavada. Es más, salí a buscarlo, pero ya no lo vi. Siento utilizar este canal personal, pero si él leyera estas líneas o alguien, de casualidad, se lo hiciera llegar, habrá merecido la pena. Disculpas de corazón.