La oferta de ocio cruza el charco
Una mirada al banquillo para comprobar que había llegado el momento. Un gesto muy cariñoso de su socio Laprovittola. Y un abrazo muy especial con su hermano Llull. Así fue la despedida de Facundo. Un tipo que enamora por su forma de jugar y cautiva por su manera de ser.
El Facu es muy querido en el vestuario del Madrid. Se sabe y se nota. Sirvan como ejemplos la conversación que desveló anoche Dino Radoncic, en la que Campazzo le alentaba cuando peor estaba su ex compañero, y también el cariño con el que se le acercó Óscar, el eterno utillero del equipo, cuando el argentino ya había culminado su última danza en la calle Goya. Un adiós frío, contra natura, obligado por esta maldita pandemia que ha vaciado los pabellones y llenado los deseos de gritar y aplaudir. Facundo se ha ido siendo el mejor y el que más juega. Comprometido hasta el último bocinazo. Lógico. Él le debe mucho al Madrid, el Madrid ha activado una operación económica muy potente y posiblemente los caminos de ambos se vuelvan a cruzar en el futuro.
El base de Córdoba siempre ha estado en la diana de las dudas por culpa de sus 180 centímetros. Cuando llegó a Europa desde Peñarol se aseguró que no iba a triunfar en España. Cuando descolló en Murcia, que no le llegaba para un equipo grande. Cuando emigró el Chacho, que no estaba preparado para liderar la dirección del Madrid. Ahora que viaja a la NBA también se lee y escucha que allá le pondrán la vacuna. Facundo, impermeable a las críticas, siempre ha tenido muy clara su misión: triunfar. A los 29 años le ha llegado la merecida oportunidad de cumplir su sueño: estar con los mejores. Y no fallará, seguro. Aunque le espere la exigencia de una de las franquicias más potentes de la NBA.
Se va con once títulos y 4 placas de MVP en la mochila. Ha disputado casi 300 partidos con la zamarra merengue y ha sido esencial en las grandes citas que han finalizado con bacanal de éxito para la escuadra de Laso Biurrún. Pero más allá de lo numérico, de lo tangible, de aquello que se puede cuantificar en una vitrina o en una hoja de estadísticas, Facundo Campazzo es una oferta de ocio. Trabaja como artista y ese arte lo expresa de muchas maneras. Con una asistencia imposible, con una bomba que taladra la cesta, con una defensa asfixiante, con un robo de experimentado carterista o con un incontrolable gesto de celebración. Ahora esa oferta de ocio andante cruza el charco... y habrá que trasnochar para gozar de este fantástico jugador de baloncesto.
Chau! Así le despedirían en su país. Los madridistas desean que solo sea un "Hasta pronto". Los aficionados al baloncesto anhelamos seguir disfrutando del que hasta ayer a las 21.30 horas ha sido el base más completo del baloncesto europeo. Lástima que el momento que sufrimos le haya privado de una de esas ovaciones que calan en los huesos y en las emociones. Buen viaje, jugón.