Los valores
No creo en los valores. Lo de los valores es una mentira, una farsa, un contenedor tartufo repleto de poses, palabras vacías y posturas forzadas. Los valores tomados como colectividad son fuegos de artificio. Una máscara impostora, un mantra que por más que se repita está vacío de cualquier divinidad.
No creo en los valores. Ni en los del Barcelona (valors). Ni en los de la Iglesia Católica. Ni en los del Partido Socialista Obrero Español. Tampoco en los valores del Real Madrid. Ni en los de los sindicatos. Ni en los del Partido Popular. Ni en los del Rayo Vallecano, ni en los del difunto Baloncesto León. Ni en los de la asociación en defensa del murciélago, ni en los de la comunidad de vecinos de la calle Catania (la mía). No creo en los valores cuando se presume de ellos desde una colectividad. Los valores enmarcados en una institución u organización son sólo fachada. Incluye a partidos políticos, organizaciones sindicales, medios de comunicación, entidades deportivas y muchos más.
Los valores son las personas. Las personas que tienen y acreditan esos valores. Los valores del Barcelona los representan Puyol o César, nombre ficticio para referirme a ese educador que forma muchachos en La Masía. Los valores del Real Madrid son Agustín Herrerín, delegado de campo respetado por propios y ajenos, o Sergio Llull, que un día aparece en un entrenamiento con un regalo para los empleados menos conocidos de la sección. Los valores del Atlético de Madrid los luce ese jugador que, sin que lo sepan los medios, ayuda a través de su Fundación a cientos de niños con dificultades de adaptación. O ese empleado del departamento de comunicación que siempre exhibe superávit de buen trato y déficit de malas formas. Los valores pertenecen a las personas, no a los colectivos. Sospecho de aquellos que presumen de valores hasta en la cola de la carnicería.
Soy más joven que viejo. Pero lo vivido ya me da para renegar de toda presunción hecha desde un grupo. Para mí no hay más ideología práctica que intentar ser buena persona, lo cual puede suponer ayudar al de al lado o censurar la mala praxis del que está al otro lado. Los colectivos, cuanto más grandes e importantes peor, le pegan una patada a los valores todos los días. Es como esa mentira insoportable de la "marca España", que tanto vale para ensalzar a un deportista como para defraudar millones a la Hacienda Pública. Es delirante que aún en 2017 haya ciudadanos que sientan los partidos políticos como si fueran equipos de fútbol, hasta el punto de asumir que lo menos malo es que les roben los suyos.
Os estaréis preguntando a cuento de qué viene esta insoportable disertación en un blog de baloncesto dentro de una publicación sobre deporte madrileño. La respuesta, posiblemente la menos convincente que he ofrecido en mi vida, es que estas líneas se gestaron en mi cerebro gracias al discurso de un deportista. Los valores son tipos como Andrés Nocioni.