Una corbata en la sombra
19 junio de 2018, cerca ya de la medianoche. Aparcamiento interior del Fernando Buesa Arena de Vitoria. Ahí nace la idea de escribir la historia de una corbata que hace tiempo vive en la sombra.
Ajenos a los cánticos y la fiesta que han montado jugadores y auxiliares en el autocar, Juan Carlos Sánchez Lázaro y Alberto Herreros Ros se disponen a coger el coche para regresar a Madrid por su cuenta. Lo intento sabiendo de antemano la respuesta: "Alberto, dos preguntas rápidas". "No, no, no. Habla con los jugadores, ellos son los protagonistas".
Ha pasado ya casi un mes desde que el Madrid ganó la Liga. No existe un motivo aparente para escribir este texto. Los modernos lo llamarían "off topic". O no, vete a saber si ese término de nuevo cuño casa con el origen de estas líneas. El caso es que llevo unas cuantas semanas con la idea en la cabeza y por fin he encontrado la soledad, paz y hasta pseudoinspiración necesarias para escribir este artículo. La historia tiene un solo protagonista. Se llama Alberto Herreros. Fue uno de los jugadores más importantes en la historia del baloncesto español y desde hace trece años trabaja en el departamento técnico de la sección de basket del Real Madrid.
Alberto militó nueve temporadas en las filas blancas y ganó 3 títulos (dos Ligas y una Copa Saporta, lo que antaño era la Recopa). Para hacernos una idea de lo difícil que resultó aquella época para el que acabó siendo capitán del equipo, en los siete cursos de Pablo Laso el Madrid ha levantado quince títulos, entre ellos dos Copas de Europa. Durante las entreguerras del cambio de siglo el conjunto blanco no estaba entre los mejores, no era fiable, no fichaba bien, perdía a menudo y renovaba los supuestos proyectos cada mes de julio. Herreros era el emblema de aquella etapa durísima para la sección.
Y siempre daba la cara. Se ponía delante de los micrófonos tras cada derrota y pedía perdón a sus hastiados aficionados. Solo recuerdo una vez en la que pidió una tregua. Fue tras la derrota frente al Hapoel Jerusalén en la final de la Copa ULEB 2004. Jamás he escuchado un silencio más ensordecedor dentro de un vestuario. Minutos después, ya duchado, sí atendió a los medios de comunicación en las entrañas del Spirou Dome de Charleroi. El dios de la cesta le reservó un "the end" glorioso, el famoso triple para remontar un partido imposible. No iba a participar en esa función, no contaba para Maljkovic, pero la eliminación por personales de Bullock le permitió despedirse a lo grande, acurrucado en el sillón de la gloria. La imagen que acompaña este texto es un tesoro que encontré hace un par de días haciendo una mudanza. Un periodista trece años más joven que ahora entrevista al héroe sobre la misma cancha. Justo debajo, un artículo de Pablo Laso, columnista por aquel entonces de El Correo.
Se despojó de los tirantes y se anudó la corbata, aunque casi tres lustros después, y ya cerca de las 50 castañas, aún transmite una incomodidad evidente disfrazado de traje. En los albores de su trabajo como directivo también atendía a menudo a los periodistas, recuerdo varias entrevistas en los viajes de Euroliga durante la mañana previa al partido. Al principio recibió duras críticas porque el equipo no carburaba. Pero la llegada de Pablo Laso Biurrún lo cambió todo. Herreros ha sido siempre el principal valedor en el club del técnico que hoy ha recibido el premio a mejor entrenador de la Euroliga, incluso en aquellos momentos en los que el vitoriano estaba muy cuestionado en los despachos de la entidad. Acertó con la contratación de Campazzo, que jamás había jugado en Europa, y ha mantenido activado el radar en Argentina, motivo por el cual Gabriel Deck ha cambiado a última hora Vitoria por Madrid.
Coincidencia o no, cuanto más ha ganado el Madrid menos ha salido en la foto. Prefirió quedarse fuera del foco cuando recibió decenas de peticiones de entrevistas en la previa de la final ACB, un duelo que no se había repetido desde su triple en la baldosa del Buesa. Acumula como directivo más años que como jugador meregue. Alberto Herreros se ha convertido en un empleado indispensable en este proyecto ganador del Real Madrid. Soy muy tozudo y pesado, así que en el próximo éxito de su equipo volveré a intentar que esa corbata abandone por unos segundos la sombra que le cobija.