Una zancada más allá del cielo

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Con Luka siempre pasa lo mismo. Sospechas que la va a liar muy gorda y la termina liando regorda por tres. Piensas que con tiempo será una superestrella de la NBA y alcanza ese estatus con más músculos que bigote. Es el terremoto de los récords, que caducan en lo que tardamos en coger una cerveza de la nevera. Un marciano vino a vernos... y piensa quedarse en la tierra mucho tiempo para hacernos disfrutar.

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Con los buenos siempre hay dudas. Cuanto más precoces en el desarrollo de su talento, más dudas. Cuando Luka asombraba con 15 años en el baloncesto formativo, decían que no estaba preparado para debutar con el Real Madrid. Cuando se estrenó con 16 años en la élite, que sus minutos serían testimoniales y que el refresco se quedaría pronto sin gas. Cuando se consolidó en la plantilla de Pablo Laso, que no estaba preparado para liderar al Madrid. Cuando se erigió en el jefazo de su equipo, el problema vendría en las grandes citas. Cuando ganó la Euroliga en Belgrado y se coronó como mejor actor del torneo, que en la NBA la historia sería diferente. Cuando empezó a coleccionar triples dobles y funciones colosales con la camiseta de los Mavericks, que en los playoffs la película tornaría en drama. Y aquí estamos. En el día después de una exhibición memorable de Doncic, de esas que incluso se recordarán cuando ya queden muy atrás en el tiempo. Llegados a esta chincheta del mapa, ya no existen hipérboles para dibujar el futuro de este bicho.

Con 21 años, es uno de los jugadores más determinantes de la mejor competición del planeta. ¿Quién o quiénes son mejores que él en la actual NBA? A ver cuántos os salen. Por poner un ejemplo, en absoluto es una locura afirmar que Luka es mejor que Antetokounmpo. Sí, perfiles completamente diferentes, es evidente que eso dificulta la comparación. Pero esa es la grandeza del esloveno, que domina un partido de máximo nivel desde el cerebro y el talento... y con el tobillo hecho trizas. Se puede pasar a la historia sin hacer un solo mate. Se puede ser el mejor sin una velocidad endiablada que deje atrás a varios defensores. Luka es capaz de congelar los movimientos, de manejar la bola como los dioses del baloncesto, de activar varios espejos retrovisores durante una penetración, de flotar en esa cancha en la que se criaron los dibujos animados, de que su par nunca llegué a puntear su paso atrás, aunque el mundo entero sepa que otra vez activará esa jugada. Los números del partido contra los Clippers son demenciales, pero basta con quedarse con el catálogo de las últimas tres acciones, esas que produjeron 7 puntos consecutivos para Dallas. Cómo marca los pasos en la primera, cómo alarga el reverso en la segunda y cómo enchufa el triple ganador justo antes de que la bocina marque un antes y un después en su trayectoria NBA.

Porque a los ojos del público, y posiblemente a los de varios de los grandes jugadores de la burbuja que tuitearon asombrados anoche, Luka Doncic dio en ese momento la zancada que le convierte en una megaestrella. Todos hablan de él. Gente que confiesa no seguir el baloncesto hace por ver sus partidos. Lógico, no todos los días damos con un artista que convierte lo imposible en trámite burocrático. Llegados a este punto, ¿quién se atreve a poner un límite en esa senda que conduce a Luka hasta los cielos? Nadie guiará hasta un frenopático al que diga que Dallas puede fumigarse a Kawhi y sus Clippers favoritos al anillo. O que luego contra Donovan Mitchell podríamos asistir a un duelo de jóvenes para la historia del baloncesto. O que más pronto que tarde el marciano va a ser el mejor actor de la NBA. Y por supuesto pocos podrán argumentar en contra de que Luka Doncic será, salvo contratiempos de salud que no deseamos, el mejor jugador europeo de todos los tiempos. Por delante de Petrovic, Gasol, Nowitzky... o cualquiera. 

La gran virtud de Luka es que siempre da un paso más de lo que pronostica el más ambicioso. Sus fanáticos dicen dos, sus detractores cero. Lo lógico sería uno. El tres es una locura y el cuatro directamente una quimera. Pues él consigue el cinco. Siempre varias zancadas más allá del gourmet. Por eso a sus 21 años, este muchacho nacido en Liubliana y criado en Madrid ya se ha pasado la pantalla del mismísimo cielo.  

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