¡LLULL, LLULL, LLULL! Sergio
Es el mejor de Europa pero le sigo viendo como aquel crío que llegó a la radio recién aterrizado a Madrid. Es el jugador más desequilibrante del baloncesto continental, pero sigo recordando sus ojos llenos de curiosidad ante todo lo que veía alrededor de aquella primera entrevista, tímido pero con una sonrisa tan cercana, tan real, que hechizaba como lo hace con sus rivales. Es tan limpio, tan transparente, que sabes en cada momento del partido cómo se siente: líder o líder, desequilibrante o fajador, amigo y rival, en buen momento o en me muero por la camiseta. Es el ídolo de una afición a la que se ha ganado siendo como ellos, estando cuando era imposible estar, quedándose cuando todo el mundo se hubiera ido.
Para mi es complicado, muy complicado escribir sobre él. Y lo es porque no quiero escribir solo que es el mejor en su puesto, el mejor de su equipo, el más decisivo, el más contagioso, el mejor compañero… Eso lo sabe todo el mundo. Escribir que no se ha olvidado de quienes le conocimos como meritorio también es obvio. Escribir que sus compañeros de club y selección le adoran -hace unos días en Onda Madrid el Chapu nos dijo que sus ligamentos estallaron a la vez- también. Escribir que es el “ídolo del madridismo” es de jardín de infancia de periodismo.
Escribir que sus mensajes siempre han sido cuando más falta me han hecho, tal vez lo sepa menos gente, que cada “rt” o “me gusta” en redes sociales siempre han sido cuando él siente que son muy importantes para proyectos llenos de ilusión, hechos por jóvenes que miran la vida como él la miraba hace solo unos años. Siempre ha sabido cuando debía lanzarse una mandarina por la persona y nunca por el periodista.
Sigo sin poder escribir sobre el deportista y eso que me lo ha puesto fácil lesionándose de gravedad y haciendo que me acuerde de él en cada partido. Sería fácil mandarle ánimo, relatar lo importante que es su baja, que le esperamos, que sabemos que siendo Llull estará haciendo lo imposible para volver antes. Pero realmente, lo que me gustaría escribir es que me siento amigo suyo, aunque no hayamos comido juntos, ni hayamos ido a una cala de su maravillosa isla, ni paseado por las tascas del puerto de Mahón, aunque “solo” hayamos compartido un micrófono y ligas imposibles y por aniquilación del rival; Final Four que quitaba la vida y una Euroliga de Leyenda; Copas con paliza y copas hasta la eternidad.
Ante mi incapacidad para escribir lo que quiero, he pedido ayuda a la Hada “Madrina”, a la mía y a la de Llull.
- Lo sé Hada Madrina, es difícil.
- “ Uff te entiendo, es complicado plasmar en palabras lo que te hace sentir, pero lo voy a intentar: Ese cerebro privilegiado, ese sentido del humor. Esa sonrisa canalla, esa carcajada franca y fresca, ese corazón de León. .. no sé si sería suficientemente sensible y si mi vocabulario sería lo suficientemente extenso para explicar a un hombre genial, humilde, tierno, precioso. Déjame querido escritor que yo sí escriba también desde el lado deportivo: El baloncesto en mi familia es una forma de vida, así nos lo inculcaron mis padres. Sus abuelos. Sus padres han sido su ejemplo, su espejo: Ser honesto en el juego. Travieso. Luchador, trabajador perseverante… Él juega así porque él es así.
Gracias “Madrina”, sabes una cosa: Siempre soñé hacerle una entrevista personal a Drazen Petrovic, al tío que mejor supo conectarme al baloncesto, al que me hizo ver que lo posible era imposible, al que me inyectaba su pasión por ganar en vena. Nunca podré ver a Sergio así, veré siempre a la persona antes que al deportista porque lo uno prevalece sobre lo otro. Siempre veré sus ojos llenos de humildad, de curiosidad y de ilusión antes que al mejor jugador de Europa. Sin lo primero hubiera sido imposible lo segundo. El sueño se quedó en sueño, Llull es real y le puedo abrazar.
Imagen de portada: Sergio Llull