Fuenla. “Smells like 90´s spirit”
El mismo año que Nirvana sacaba el "Nevermind" , se inauguró el Fernando Martín de Fuenlabrada. Igual por eso me sigue oliendo a mi adolescencia ver al Fuenla.
Es tirar piedras sobre mi propio tejado, pero voy a escribir un poquito del Fuenla. Y para hablar bien.
No tanto del Montakit Fuenlabrada actual. La Liga Endesa y la Eurocup acaban de empezar y ya tiene PoblaFM a gente capaz siguiendo la actualidad de los de Jota.
No, no. Va a ser algo más… filosófico.
Creo que en cierto modo, el Fuenla es una anacronía en el basket actual. Algo que no es malo.
Estos días el mundo de la música celebraba los 25 años del famoso disco “Nevermind” de Nirvana: el bautismo de fuego del “grunge”.
Probablemente era lo que escuchaba en su walkman alguno de los chavales que se acercaba al recién inaugurado pabellón Fernando Martín de Fuenlabrada aquel otoño de 1991 para ver a su equipo. No, no, al Fuenla no. Al exiliado Partizán de Belgrado.
Aquel equipo fue el tractor que plantó la semilla del baloncesto de primer nivel en Fuenlabrada. Hablaba de cifras redondas, y ahora se cumplen 20 años también de la primera temporada en ACB del Fuenla.
1996. El año de los Juegos de Atlanta y de la Macarena. De Aznar y Pujol; Amenabar debutando a lo grande con “Tesis”y la oveja Dolly amenazando con una distópica sociedad de clones.
La memoria selectiva de “cualquier tiempo pasado nos parece mejor” nos ha hecho olvidarlo, en aquellos años 90 la desaparición de clubes y la compra/venta de plazas en nuestro basket estaba a la orden del día.
Así, comprando por unos 400 millones de pesetas (unos 2.4 millones de euros) la plaza del histórico Peñas Huesca , debutó el Fuenla en la ACB. Aquello acabó como merecía acabar, descenso y de vuelta a la LEB. Pero la semilla del baloncesto, definitivamente, había cuajado en la “fuente labrada”. No tardarían en llegar las primeras cosechas.
Y a mi cada visita al Fernando Martín –al que voy sin que necesariamente sea el Estu el rival- me “smells like teen spirit” y viajo a mis años adolescentes.
El Fuenla es el equipo de la actual ACB que mejor conserva el espíritu del deporte al que me aficioné de chaval. A veces, para bien y para mal, ir al Fernando Martín es un viaje en el tiempo.
A aquel basket de pabellones pequeños (jamás me creí que ahí cupieran 5000 personas antes de la reforma) y ciudades que no eran necesariamente la capital de provincia volcadas en su equipo.
Jugadores “random” que luego resulta que salen buenos no, buenísimos. Y alguna vieja gloria a la que das por acabada… y que la lía parda. Cada equipo ACB al menos con un jugador que vale la pena pagar la entrada.
Peñas a pie de pista encabezadas por bombos aporreados por señoras a las que difícilmente adivinarías un hobbie diferente a ver “El Secreto de Puente Viejo”.
Señores bigotones con chándal del Real Madrid o del Atleti pero rugiendo cual hooligan inglés firmemente defensor del “support your local team” como le mentes a su equipo. El Fuenla, claro, no el Real o el Atléti.
Soy de Pinto y de familia conquense, por lo que las referencias capitalinas al respecto al mundo rural y la provincia vecina con que “castigaba” la Demencia al sorprendido público fuenlabreño en aquellas primeras visitas – en la que les ponían ¡en un fondo a pie de pista, al lado de la peña Fuenla Blues!- como que nunca me salieron muy dentro.
Se picaban de un modo tan gracioso que había que hacer esas coñas, claro. Pero prefería hacer referencias al autobús 471, Pinto-Parla-Fuenlabrada-Humanes, que paraba frente a mi colegio y dejaba enfrente del pabellón. Mucho antes de que llegara el Metrosur, ahí ya había ACB.
A mi, aunque lleven más de una década vistiendo de naranja, me dices Fuenla y lo primero que veo es el azul “pasta de dientes” que vistieron Velimir Perasovic y el tristemente desaparecido Nate Huffman.
Me preguntas por un jugador del Fuenla y lo mismo que me sale decir Tau antes que Baskonia, antes que Marko Popovic o Moussa Diagné te digo a Salva Guardia, Ferrán López y Franki Solana.
Un Solana del que lo que más recuerdo es verle subirse a la grada que ocupaban Fuenla Blues en el Municipal de Huesca en el frío invierno de 2005 para celebrar la Copa Príncipe. No porque lo televisaran: allí estaba yo. Un demente “incrustado” en la expedición de los Blues, para de paso hacer la cobertura para encancha.com
Ahora cuando voy a Fuenla me gusta mirar a mi alrededor para volver a sentir ese olor a los años 90, a mi adolescencia.
Me lo ponen fácil, con el aroma a palomitas impregnando todo al descanso mezclándose el de réflex que sube de los vestuarios; con la megafonía con más buena intención que calidad, con las descoloridas pancartas de homenaje a Perasovic o de recuerdo del título de campeones de la Comunidad de Madrid decorando las paredes.
Añoro a Jaboncín y a Fuenli, esas inenarrables mascotas a las que los niños metían los dedos en los ojos. O a las cheerleaders de hace 15 años como probablemente ellas añoren esos tiempos en los que se atrevían a bailar delante de media Fuenlabrada.
Me gusta recuperar la inocencia en la que no me importaban los tejemanejes de despachos ni pensar de dónde viene el dinero para el deporte profesional.
Y sobre todo, me gusta acordarme de Alfonso Reyes zampándose a David Wood y que para Estudiantes ganar en el Fernando Martín no fuera “Misión imposible” (que también se estrenó en el 96, por cierto).
Al Fuenla, en mi doble vertiente de tío criado al sur de la M50 pero que se gana el pan en Serrano 129 (antiguo 127), le deseo a la vez lo mejor y lo peor.
Y creo que es lo bonito del deporte. Saber admirar al rival. Saber querer a quien te jode en la pista... y hacer lo posible por joderle tú en la siguiente ocasión. Porque esto es deporte, no "Juego de Tronos".