LOS NUEVE ALEVINES DEL PATÍBULO
Nunca me ha gustado exponer problemas personales delante de un micrófono por respeto a los que escuchan. No pueden tener sus problemas y los míos. De vez en cuando sí me he atrevido a recomendar lo que creo que es bueno para ellos y a avisarles de lo malo basándome en mi experiencia y siempre avisando de que me había pasado a mí, nunca haciendo caso a terceros. Para quejas personales los blogs, benditos blogs. Desde el mío tengo la intención dar mi opinión personal, nunca ligada a otros colecti
PATROCINADO POR : http://lineatoursalovera.traveltool.es/
Nunca me ha gustado exponer problemas personales delante de un micrófono por respeto a los que escuchan. No pueden tener sus problemas y los míos. De vez en cuando sí me he atrevido a recomendar lo que creo que es bueno para ellos y a avisarles de lo malo basándome en mi experiencia y siempre avisando de que me había pasado a mí, nunca haciendo caso a terceros. Para quejas personales los blogs, benditos blogs. Desde el mío tengo la intención dar mi opinión personal, nunca ligada a otros colectivos, amigos, familiares o compañeros de trabajo. Si alguno lo lee y se siente representado, perfecto.
Todo este rollo se resume en que Kamchatka es mi blog y escribo lo que me da la gana, sólo faltaría … Y para introducir lo que para mí es una gestión esperpéntica de la Escuela de la Fundación del Rayo Vallecano, con situaciones que rayan con la tomadura de pelo a aquellos padres que pagamos, unos por los valores que ofrece sólo un nombre, Rayo Vallecano, otros porque creen que llegan a una entidad de superior categoría por el nombre que porta.
Sábado 13 de septiembre del año en curso, campo del Vivero de Rivas, seis y cuarto de la tarde. Nueve alevines y porterito prestado de otro equipo de la escuela, sin entrenador, el segundo hace lo que puede. Frente a ellos uno de los alevines de la Escuela de Rivas. En el banquillo de los franjirrojos, el segundo míster, solo. En el banquillo de los ripenses entrenador más diez jugadores para hacer cambios. Los nueve alevines del Z y del patíbulo futbolístico portando su franja se preparan para una lucha desigual. Ninguno de ellos se ha preguntado por qué su equipo sólo tiene doce jugadores en este principio de curso, por qué su entrenador ha faltado a su primer partido de la temporada, el primero en fútbol once para muchos de ellos. Tampoco ninguno se ha preguntado por qué el equipo de otra categoría de la Fundación que ha jugado antes tenía dieciocho integrantes. Y tampoco por qué los dos compañeros que dijeron que vendrían no han llegado.
Guardan sus posiciones en el terreno de juego, el capitán se toca el escudo y la franja y se juramenta para darlo todo y apoyar a sus nueve compañeros. Con once años los críos ya sabían que era una misión imposible, que iban camino de… lo de siempre para algunos supervivientes de otras temporadas. Alguno al acabar el encuentro ante un grandísimo rival y después de encajar nueve goles se consolaba diciendo que por lo menos habían anotado dos.
La primera parte fue de dominio ripense, aplastante, el portero de prestado se convertía en el mejor de los diez alevines. Los niños aguantaron hasta el descanso con un resultado digno, tres a uno en contra. Mientras los once niños rivales desparecían camino del banquillo, otros once nuevos aparecían en el rectángulo de juego. Los nueve alevines con su capitán a la cabeza se miraban los unos a los otros sabiendo que su único objetivo era aguantar con las botas puestas hasta el final del encuentro, los que son del Rayo saben que la franja no se rinde nunca. Ni incluso cuando uno de los alevines sufría un problema muscular y tenía que retirarse al banquillo. Las fuerzas flaqueaban pero nunca dejaron de tener la cabeza alta, tampoco cuando el equipo rival, en un gran gesto de la Escuela de Rivas (bastante más modesta en nombre y cobros que la del Rayo) prestó a dos de sus jugadores para que el partido perdiera en la grada sus tintes épicos no acorde a niños de once años.
Los niños se saludaron, los padres de los perdedores agradecieron el sufrimiento y el aplauso de los que vencían en una lucha desigual por calidad y efectivos. El primer partido de fútbol once del alevín Z de la Escuela de la Fundación del Rayo Vallecano, el primero para muchos de los niños, acabó con la sensación que me lleva persiguiendo desde hace temporadas: los gestores de esta escuela no se merecen a los nueve del patíbulo del alevín Z. No se merecen el esfuerzo de muchos padres por pagar el doble que en otras escuelas pensando que el nombre da más seriedad y conocimientos. Que no se merecen que otros sintamos algo especial cuando el 14 se pone la franja.
La Escuela de la Fundación del Rayo Vallecano pierde niños a raudales, diez de 15 con relación a la temporada pasada en uno de sus equipos. Y por lo comprobado no llegan ni para completar equipos, siguen teniendo 18 y 20 jugadores en los ‘buenos’ y doce en los ‘malos’. Creo que para trabajar en este lío lo primero que uno debe tener en cuenta es que una escuela no crea residuos, en una escuela deportiva y creo que en cualquier otra los muy buenos deben tirar de los buenos, los buenos de los normales y así hasta el infinito. En la Escuela de la Fundación del Rayo Vallecano nadie parece darse cuenta de esto ni de nada, por eso existen equipos del patíbulo. Por lo menos y lo aplaudo este año no tendremos que soportar la nefasta liga municipal de Madrid de otros años.
Siento ver el fútbol desde otra perspectiva, deformación profesional. El fútbol es equipo, sacrificio, zamarra, solidaridad, compromiso, apoyo, estrellas y albañiles, hasta en el Real Madrid existen. No todo es culpa de la mala planificiación, no todo es culpa de la Escuela, la falta de compromiso de algunos padres es también un factor a añadir, tal vez este artículo también lo sea, pero me voy a arriesgar pensando en que servirá para mejorar.
“El balón y el potrero no se manchan” es la frase que aparece en un anuncio argentino que me ha emocionado las cien veces que lo he visto, cada vez que por nuestra culpa un niño llega tarde a un entreno, no va a un partido, no entra en el vestuario, no respeta a entrenadores, árbitros y rivales un padre lo está manchando.