'El Muro de Alcalá' se eleva y permite al Rayo asaltar Los Anexos
Miguel evita con media docena de paradas que el Real Valladolid pueda sumar por lo menos un punto, algo que mereció
El conjunto de la franja pudo dedicar el triunfo a su compañero Jorge, lesionado de consideración durante el transcurso del encuentro
Alcalá tenía una puerta; la tiene. Y, en División de Honor, también un muro. Defiende el escudo del Rayo Vallecano y mide 194 centímetros, puede que en otros ámbitos no tantos, pero suficientes en el fútbol para convertirse en muralla, sobre todo si la calidad acompaña. Y a Miguel Morro lo hace. Inexpugnable por alto, más que solvente en el mano a mano y ágil para atajar en el uno contra uno, se elevó en Los Anexos para evitar que el Real Valladolid pudiera puntuar, algo que mereció hacer con creces.
Tendencioso o exquisito, habrá quien piense que los porteros están para parar. No sin razón, pero mimimi. Están también para decidir a su manera, frustrando las acometidas del rival. Y 'El Muro de Alcalá' lo hizo en la matinal del domingo en media docena de ocasiones, hizo varias paradas decisivas para dar valor al tanto de Cano en el inicio de la segunda mitad y poder dedicar el triunfo al compañero caído en combate, un Jorge que en una jugada desafortunada con Póveda se fracturó el cúbito y el radio.
Para entonces, primero Castro y más tarde Miguel habían evitado que su equipo encajara gol. Óscar salvó por primera y única vez la salida del cancerbero a los ocho minutos, pero el central apareció en el último instante para salvar al Rayo. Apenas unos minutos más tarde empezó el show del portero: Víctor y Óscar se toparon con él y el propio Víctor y Dali buscaron sus mallas sin éxito en una vaselina y una volea que se marcharon desviadas. Mientras tanto, Merencio era el único alivio que encontraban los franjirrojos en campo rival, aunque vaya alivio, ya que en una de sus arrancadas asomó por dentro y disparó al palo.
No obstante, el dominio del juego y del balón era de David Sanz y Cerro, que lo movían con fluidez hasta el campo rival, en el que las acometidas se frenaban por una zaga que supo sufrir. Solo después de la triste lesión de Jorge el Rayo Vallecano creció y discutió ligeramente el esférico a los blanquivioletas, que pese a ese crecimiento previo al descanso se marcharon al entretiempo sabiéndose mejores y merecedores de ir por delante.
Esa tendencia prosiguió en los primeros minutos de la segunda mitad, en la que Cano obligó a David a hacer una gran parada justo un minuto antes de que hiciera lo propio Víctor con Miguel, su pesadilla un día después del sueño de su debut en la Segunda División B. Y como la mañana iba de malos tragos, el Real Valladolid se encontró con otro que fue bueno para los vallecanos. José Manuel envió una diagonal medida a banda hacia Aguirre, que centró desde el costado derecho al corazón del área, donde Cano puso el cero a uno con un remate al primer toque.
Como quiera que era quien tenía el bastón de mando, y el tanto fue como si los rayistas se lo arrebataran, el Pucela cayó en imprecisiones durante unos minutos, aunque los cambios lo reactivaron, gracias a la verticalidad buscada por Álvarez y Arroyo por el costado derecho y a que Baba se acercó mucho a la media luna con peligro, pero también agilizó y mejoró la asociación, que volvió a ser fluida como en la primera parte. De esta mejoría llegaron dos tímidas ocasiones de Arroyo, que se marcharon fuera, que no encontraron respuesta concreta, puesto que los de Ángel Dongil salían veloces a la contra, a veces con varios futbolistas, pero no terminaban de encontrar ni a Molina ni a Rubén de Tomás.
Y entonces, Miguel gritó "¡no!". No lo verbalizó, pero lo hizo con sus gestos, con sus paradas. Si el remate de Óscar parecía destinado a acabar en la red y permitir el festejo local, del que hizo a Víctor aún se escuchan los ecos del "uy", del "vaya parada" y de otras expresiones, ninguna justa con la acción. El balón llegó al área pequeña llovido desde la derecha, el delantero canario remató prácticamente a bocajarro con la cabeza, con potencia, a una zona alta y difícilmente accesible. Sin embargo, el portero, como un karateka, sacó el brazo derecho para despejar y recordar a los grandes de la posición en la actualidad, al aura de inverosimilitud que rodea a veces a Ter Stegen o Jan Oblak.
El festejo final dio cuenta de lo difícil que la victoria había sido para un Rayo Vallecano que seguramente sabía entonces que el Real Valladolid había acumulado un volumen de fútbol y ocasiones que bien le deberían haber dado rédito. Pero los muros a veces son así, infranqueables, como Miguel, protagonista agradable de un partido que tendrá un peor recuerdo para Jorge, para quien habrá ido el triunfo y a quien sus compañeros, los de equipo y los de la categoría, desearán tener pronto de vuelta.
* Foto: Sergio Borja | Blanquivioletas