La fragilidad del bueno de Bale
El extremo madridista sufre su enésima lesión y tratamos de encontrar respuesta a la siguiente pregunta: ¿Qué le pasa a Bale?
La comparación que voy a hacer hoy a muchos les parecerá extraña, pues, comparar a un jugador de fútbol con el champagne es cuanto menos diferente. Me explico: Gareth Bale es champagne, sí, champagne. El galés, cuando está en forma, es una auténtica apisonadora por la banda derecha del Real Madrid; desborde, velocidad de crucero, zurda prodigiosa y remate de cabeza exquisito. Buenísimo como el mejor champagne. Pero ahora mismo recuerda más a la copa de champagne, si lo rozas más de la cuenta, TAC!, se parte.
Con esta última lesión, que se le detectó el pasado 10 de noviembre, acumula ya 24 lesiones desde que se enfundó por primera vez la elástica blanca. Fichó hace más de cinco años por unos 90 millones de euros, perdiéndose hasta la fecha, 79 partidos oficiales, entre los que destacan partidos de renombre; no jugó el último tramo de la temporada pasada de Liga, en el que cada partido del Madrid era una final y no pudo jugar más de 15 minutos en la final de la Champions League contra la Juventus, en su querida Gales, por no estar al 100%.
El aficionado blanco está cansado de esperarle y, como es lógico, aburrido de verle saltar al cesped a trotar y días después verle volver a la clínica a un nuevo diagnóstico. El galés lleva una dinámica nefasta y, como buen profesional que es, lo único que anhela es volver a sentirse futbolista de una vez por todas, pues el zurdo que hoy tiene 28 años, de seguir así, podría hundirse y, como el buen champagne, agotarse.