El glotón
El pasado viernes, justo cuando las manecillas del reloj alcanzaban el mediodia, una de las personas que mejor conoce el Real Madrid de basket por dentro, le confesaba a un amigo la receta del éxito. "La clave es mantener el hambre. A día de hoy este equipo sigue estando hambriento".
Era la mañana previa a la semifinal de la Supercopa. En Santiago los que observamos la maquinaria desde fuera albergábamos la convicción de que el Madrid comparecía mejor que nunca a esta primera cita oficial del curso. Jamás desde la llegada de Pablo Laso los merengues habían llegado tan bien al último fin de semana de septiembre. Casi sin incidencia de los combinados nacionales y con jugadores que se han preparado a conciencia para recuperar un tono físico elevado. Apenas 34 horas después de aquella charla sobre el juego del hambre, el Real Madrid levantaba al cielo gallego su quinta Supercopa, la cuarta en la era Laso y el decimosexto entorchado desde que el vitoriano se sentó en el banquillo blanco.
El hambre. ¿Cómo se conserva en un equipo de élite? Es normal que cualquier deportista diga que mantiene el hambre. Pero hay decenas de ejemplos que demuestran que, aunque sea de manera inconsciente, esa voracidad se acaba perdiendo cuanto más se llena el buche. Estar in situ en el Fontes do Sar me permitió percibir cómo se celebró el título. Sobre la misma pista y después en las tripas del pabellón, jugadores, técnicos, auxiliares y directivos saborearon hasta las espinas. No, no gozaron como si fuera una Copa de Europa, claro que no. Pero tampoco fue un éxito burocrático. Se celebró. En ese vestuario escocía el papel mostrado en las tres útimas ediciones supercoperas, en las que los madrileños fueron apeados en semifinales. No existe ni un solo indicio que deslice conformismo alrededor de la versión 8.0 del proyecto Pablo Laso.
Los boinas verdes tienen hambre. Felipe, con 19 títulos en el zurrón. Llull, con 17, todos menos uno desde 2011. Carroll, con 16. O Rudy, con 15 copas. Pero quizá la clave es que desde los despachos, previendo el adiós del diferencial Doncic, activaron con mucha claridad y celeridad los fichajes que necesitaban para este curso. Firman a Prepelic y Deck porque consideran que sus cualidades son ideales para cubrir parte de la maleta de orfandad que dejó Luka. Quienes los ven entrenarse cada día en Valdebebas aseguran que ambos trabajan como animales. Volvemos al hambre. Contagian. Exigen. Tumban de golpe cualquier tentación de relajación. Con tipos así es difícil que la anemia invada a ese equipo.
El Real Madrid ha consolidado un proyecto demoledor. Gana mucho y ojo, lo más difícil, está alargando el ciclo en el tiempo. Sánchez y Herreros han armado un plantillón excelente y muy vasto. Calidad y cantidad. Tavares, importante durante el curso anterior, mutará a decisivo esta campaña. LLull anhela colgarse otra vez la mochila del liderazgo. Tipos como Carroll o Causeur aparecerán cuando menos lo espere el rival. En el deporte es imposible pronosticar el futuro. Y como siempre decimos la Euroliga solo la gana uno y el nivel es altísimo. Pero es evidente que el glotón sigue sentado a la mesa con el babero puesto. Y que degusta con la misma ansiedad un solomillo rojizo (Copa de Europa) que una pechuga de pollo hecha a la plancha (Supercopa).