Mucho humo y pocas llamas
Ha jugado 14 años en la NBA. Ha ganado un anillo con los Dallas Mavericks. Ha disputado 831 partidos en la mejor competición del planeta, algo solo al alcance de jugadores con muchas cualidades. Pero toda esa grandeza ha sido dilapidada con una decisión injusta, egoísta y tartufa. José Juan Barea se ha ido del Estudiantes por la puerta de atrás.
Si Bilbao Basket gana los tres partidos que va a jugar antes de que se celebre el Estudiantes - San Pablo Burgos (viernes 21 de mayo), ese combate en el Palacio será decisivo. Si a los vizcaínos se les ocurre vencer dos de esos tres, ese duelo también será agónico para los colegiales. El Estu no está salvado y mínimo hasta el martes 18 de mayo no lo va a saber. En ese escenario y con solo una cita pendiente, JJ Barea ha protagonizado una espantada que a ojos del aficionado y de la crítica supone una mancha en su extensa carrera deportiva.
No hay justificación. No hay por dónde cogerlo. No existe ningún asidero ni racional ni sentimental. Ni siquiera le salva el comodín que acepta cualquier ser humano sensible: la familia. El boricua ha aludido a razones familiares para justificar su decisión. Un argumento sagrado e irrefutable si no fuera porque ese camino lo ha acompañado de mentiras. "No veo a mi familia desde febrero y estoy desesperado". Falso. Viajó a Estados Unidos hace poco más de un mes para estar junto a su gente. En aquel momento la petición del jugador sorprendió en el club, pero el permiso fue concedido porque además arrastraba una pequeña lesión en el tobillo. Sería inhumano cuestionar las necesidades familiares de cualquier persona, pero sazonar algo tan maravillosamente primario con mentiras es muy triste.
La realidad es que durante su estancia en Madrid, Barea ha decepcionado. Quizá le haya frustrado sentir que no estaba para marcar las diferencias. O perder más que ganar. No ha estado cómodo, no se ha adaptado bien. Lamentablemente él tampoco ha sido el líder que se podía esperar de alguien con tanta jerarquía en el deporte de la canasta. No lo fue con los focos brillando y las cámaras encendidas, en la pista. Pero mucho menos cuando las luces eran tenues y olía más a sudor que a gloria. La actitud del puertorriqueño en el trabajo diario ha sido deficiente, completando entrenamientos pobres y aportando muy poco para la necesaria cohesión de un grupo que pelea una vez más por la salvación.
Tras caer en el Palacio contra Obradoiro y firmar 0/4 en triples, en el propio vestuario JJ Barea le dijo a algunos de sus compañeros que se largaba. De otros, del cuerpo técnico y de la mayoría de empleados ni siquiera se ha despedido. Barea es un grande del baloncesto, pero ha demostrado cero gallardía y menos uno compromiso cuando el escudo que defendía siente el miedo al fracaso deportivo. Le ampara la legalidad, pero en esta vida la grandeza camina por lugares mucho más elevados que una simple firma y un simple papel. La realidad es que Barea se ha pirado porque no quiere formar parte de un posible descenso. Asomaba el humo, aunque la llama de momento no ha prendido. Su llegada a la ACB fue impactante, pero a la hora de la verdad él también ha demostrado mucho humo... y pocas llamas.